Es complicado escribir cuando tienes algo que te oprime el corazón, cuando presencias imágenes que te pellizcan el alma. Si estos días has pasado por el Ayuntamiento de Alburquerque o has estado acompañando a Juan Pedro en Badajoz, seguro que has sentido lo mismo que yo. Es imposible no hacerlo. Seguro que has llorado de rabia. Es normal, es humano.
Ver a Juan Pedro te reconforta con la palabra dignidad y, en mi caso, da sentido de sobra y para mucho tiempo a la tarea que llevo años realizando en mi pueblo materno de limpieza profunda de la basura de unos gobernantes que de tanto nadar en la excrecencia se confunden ya con ella.