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En el nombre del padre ( Azagala, Enero 2022)

Si no la habéis visto y queréis un película que sobrevivirá a todos nosotros tenéis que disfrutar de“ En el nombre del padre”, la brillante obra maestra de Jim Sheridan que sirvió de consolidación de una estrella como Daniel Day-Lewis. Los únicos que no la supieron apreciar, como otras tantas veces, fueron los académicos de Hollywood, aunque aquel año competía  con la Philadephia de nuestro Antonio Banderas y  la fantástica La lista de Schindler. Aún así esta mágica película define el amor de un hijo por su padre y de cómo muchas veces nos damos cuenta tarde de ese amor.

Este mes quería hablar de mi padre, de un suscriptor de Azagala que además de suscriptor lee la revista todos los meses con bastante atención.

Yo no sé si me lee a mí, nunca me lo ha dicho. Jamás lo hará porque no le gusta en absoluto  que esté en Alburquerque haciendo mi trabajo como lo hago. No por nada especial, sencillamente por miedo a que me pueda pasar algo allí y por ser el pueblo de mi familia materna. Quizás por eso cuando alguna vez me han insultado por las calles nunca se lo dije, también porque son infinitamente más los que me paran para darme las gracias.

Él sufre cuando me ve allí, cuando me ve pelear, cuando me ve enfrentarme sin miedo al régimen. Yo entiendo que lo haga como él entiende que por mucho que me diga no lo voy a dejar de hacer, aunque comprendo que sufra y se haya convertido en un tema del que casi nunca hablamos. 

Mi padre es mi maestro. Maestro en el sentido literario y educativo de la palabra. Soy lo que soy por el, por su nivel de exigencia desde siempre en casa….y en la escuela. A mediados de los años sesenta Alburquerque fue uno de sus primeros destinos como maestro , después recaló en Talavera, y desde que yo tenía 11 años hasta casi los 14 fue mi profesor en el colegio.

No pude tener mejor maestro. En la vida siempre me exigió el máximo. Si yo soy competitivo es porque me enseñó siempre a dar lo mejor de mí  en todo lo que hiciera. Y cuando no lo hacía, cuando me acomodaba, se enfadaba hasta conseguir que saliese de mi zona de confort.  

El nos enseñaba a  marcar a mis hermanas y a mí nuestro nivel de autoexigencia y nos ayudaba a alcanzarlo. Mi padre no me dio solo clases de Inglés, Lengua o educación física. Me enseñaba Latín si veía que no llegaba al nivel , Matemáticas o lo que hiciera falta. Aunque tuviera que estudiárselo él para enseñármelo.

Ese es mi padre, al que le debo todo lo que soy. Es como es. Nunca me va a decir que hago bien algo, porque a él no le gusta que me dedique a lo que me dedico  y que tenga exposición pública. Los padres solemos ser hiper protectores con nuestros hijos. Yo con los míos también.

Nunca somos conscientes cómo nuestra forma de educar a nuestros hijos condiciona su futuro. Cómo cuando les enseñamos a no desfallecer estamos generando espíritu resiliente en ellos . Cómo cuando les exigimos eso que sabemos que pueden dar en los estudios, les inculcamos responsabilidad por su trabajo. Cómo cuando les animamos a formarse como personas y a ser felices, ayudamos a que su educación vaya más allá de los libros y socialicen con su entorno y se comprometan con su sociedad más cercana. 

Mi padre es todo eso para mí. Mi maestro, mi ejemplo de entrega y honradez, mi ejemplo de superación. Comparo mis maratones o triatlones con  sus paseos matinales durante muchos años, incluso con una mielopatía que le ha ido día a día complicando su vida. Con constancia y sacrificio sin desfallecer. El mismo esfuerzo para mi lo mío que para él lo suyo. Y lo hacía todos los días del año durante años con una fuerza de voluntad a prueba de bombas. 

Mi pasión por el fútbol me la transmitió el. Mi pasión por el baloncesto me la generó el. Alcalde de Talavera cuando yo era muy pequeño, mi único referente político en la familia fue él. 

Tina siempre me dice que no decimos lo que sentimos y muchas veces cuando lo hacemos es tarde. Yo quiero decir aquí, en público, y en alto, que mil veces que naciera querría los mismos padres. Que mil veces que naciera querría el mismo profesor en el colegio y en la vida. En el nombre del padre, en el nombre de mi padre os digo que aunque a él no le guste que lo haga seguiré comprometido en el pueblo porque me educó para eso, para nunca rendirme, para ser excelente en todo lo que hiciera y para vivir sin miedo y con pasión.

Estoy orgulloso de ti, Papá. Que sé que me lees.

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